Se va cerrando un año sin haberme dado yo cuenta, agotándose como este lápiz con el que escribo tumbada en la cama. Creo que el motivo principal es que ha sido el primer año de trabajo completo y en el he tenido que racionar mis vacaciones. Hay para quien incomprensiblemente 28 días al año se hace demasiado, para mí sin duda ha supuesto un hachazo más a mi libertad en este año donde me he movido casi exclusivamente por mis obligaciones. Tener delante un calendario en blanco y hacer exiguas crucecitas para reservarme los días que van a ser míos y entregárselo a gerencia fue algo lamentable. El resto de los días, encoger la mente, hacerse una pelota y trabajar entregándome al máximo. Esto no parece una novedad, pero por el hecho de que se tenga asumida esta forma de vida como la normal, no me parece que sea la correcta..
En este año tan fugaz he vivido muchas novedades, situaciones inesperadas, complicidades, logros, impotencias, dejando cosas en el camino y reafirmando queridas amistades superando el desafío de la distancia. No ha sido un año de viajes ni grandes pasiones. Han sido descubrimientos con los pies en el suelo y enfrentamientos con la dura realidad de tener en las manos la vida y la muerte. Todo me han enseñado algo. No me he perdido buscando los destellos que adornan la cadena, sino que he vivido inmersa en los eslabones que la hacen posible. En estos momentos de echar la vista atrás, quiero dar palabra a los acontecimientos de mi día a día que han estado aquí y que me han hecho sentir bien en este año. Un homenaje a mis pequeños recuerdos que tanto valoro.
la relajación máxima cuando atravieso el umbral de mi casa y dejo mis carpetas en la entrada
encender el ordenador y encontrarme con emails de gente a la que quiero. Y algunos inesperados
volver a Galicia
ver bien a mi gente querida
despertarme en una guardia con el sonido del despertador y no del busca
las ocurrencias e ideas de mis amigos
la vida secreta de los gatos de mi patio
el zumo de naranja. El chocolate
la montaña
los colores de otoño en el conservatorio de al lado de mi casa
escribir y escribir
mi música y bailoteos
los recuerdos
los reecuentros
estrenar calcetines
ver crecer a mi plantita de aloe vera
sentir los músculos latiendo cuando logro ir al gimnasio
la motivación cuando llego de clase, aunque sea a las nueve de la noche
abrazar las sábanas de mi cama después de una guardia
acertar con un tratamiento
que Saramago esté bien
dominar la respiración cuando hablo en público
la esperanza de los informativos de Gabilondo
el momento en que mis caseros se van de casa
leer a mis amigos
una sonrisa en el trabajo. No digamos una carcajada
las ficciones de Borges
la emoción a raudales de un día libre. Mis pies jugando con las sábanas
colgar la ropa y ver que no se ha desteñido
encuentros en el ascensor
esa mirada..
Fotografía de R.Merino
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario