sábado, 18 de julio de 2009

Mueven blancas


En la ciudad donde yo vivo, soy una ficha blanca. También hay fichas rosas, azules, verdes, violetas y grises. Además hay muchos otros, que no tienen que identificarse. La ciudad calla pero no duerme durante la noche, y al despertar, el día devuelve su actividad frenética. Las fichas conocemos nuestro camino diario y recorremos las casillas hasta llegar a nuestro destino. Pasamos la mañana de casa en casa, saliendo con frecuencia de nuestro camino establecido con alguna novedad que habitualmente viene a toque de llamada de teléfono. En la ciudad muchos nos conocemos y a muchos nos conocen. Y aunque no sea así, el color de la ficha nos dice a qué jugamos. La información se transmite por canuto, por escrito o por el boca a boca. Como pasa siempre, los cotilleos vuelan a la velocidad del rayo y es la información que más trasciende. Muchos a los que les gustaría salir no encuentran la puerta giratoria. Algunos se convierten en verdaderos robinsones de los pasillos, con barba, greñudos, con el palo del gotero como lanza y arrastrándose en pantuflas. Las cosas salen bien. Las fichas pululantes picoteamos en los casilleros y encontramos una meta. Los robinsones abandonan su isla sin mirar atrás. Cae la tarde y a golpe de candil los retenes vigilan el horizonte. Todos velamos por la tranquilidad de mi ciudad.