miércoles, 8 de octubre de 2008

Delirios preternaturales

Esta tarde subiendo las escaleras del fnac me encontré de frente con unos ojos que se me clavaban como alfileres y proyectaban una extraña fijación en mí. Se trataba de un libro de la sección de novedades, y es más, se trataba de un cómic. Hace muchos años que dejé de leerlos y, ahí va eso, desde las andanzas de Mortadelo jamás he sentido curiosidad por ninguno de ellos (muchos me daréis carpetazo después de estas asombrosas declaraciones, eh?). Me acerqué al libro que me llamaba desde la estantería y cuál fue mi asombro al ver que se trataba de historias de la infancia del ni más ni menos cosmogónico y recurrente en mi vida H.P. Lovecraft. Oscuro y misántropo, solitario, siniestro y terrible escritor que puso al revés el género de terror y que me encuentro de niño respondiendo a un abusón que le quita el almuerzo del colegio. Dejé el libro en la estantería e intenté alejarme hacia mis secciones de siempre, pero el poder lovecraftiano ya me estaba succionando, creando una espiral rammenothica que inevitablemente me empujaba hacia él. Me llevé el libro, sí, el comic de diseño excepcional estaba ya en mi poder (yo en el suyo) envuelto en un sobre de papel, e iba por la calle como una niña (o no niña) con una tableta de chocolate que cuenta con impaciencia los pasos que la alejan de casa. Como de niña, tampoco ahora me propuse respetar esa inútil espera, y destapé mi nuevo tesoro apoyada en la barandilla del metro, deslumbrando todos los vagones con el poder de chuthuhlhu.

Si en tantas ocasiones las fantasías superan al propio autor, con Lovecraft me pasa todo lo contrario. No son los delirios del escritor, sino su sola presencia la que me fascina. La idea de un ser solitario en una húmeda habitación de altas paredes, bajo una luz tenue proyectando sombras alargadas, revolviéndose en sus historias preternaturales y retando al terror para ver hasta dónde es capaz de llegar en las páginas de un libro, es decir, la idea del Soñador de Providence, como lo llaman en el libro, es lo que más me atrae de él. Desde que lo conocí escalando las estanterías familiares explorando nuevos horizontes, vuelve a mí de forma cíclica y cuando menos me lo espero, perdiéndome en sus terrores abstractos y sus colores terroríficos. Me he dado cuenta de que nuestra relación se va creando a base de capas consolidadas, recibiendo noticias suyas que llegan sin avisar. La enorme sorpresa de recibir este año por mi cumpleaños, de manos de mis amigos, sus obras completas, supuso uno de esos encuentros.

Lector obsesivo que exprime los escritos de sus antecesores, estalla en su obra cosmogónica y reparte viva inspiración entre aquellos apasionados que beben de sus letras. Me ha fascinado comprobar y entender que no se puede tener a Lovecraft calladito en nuestros recuerdos. Como sus personajes, se mueve, se desliza, aparece sin poder estarse quieto en nuestra mente haciendo que los que lo llevamos dentro tengamos que escupir fragmentos lovecraftianos y mantenerlo vivo en este mundo para que siempre pueda seguir contando historias de los suyos. Pasad al otro lado y maravillaos con este universo en expansión que crece bajo el legado inagotable de H.P. Lovecraft.